El Pájaro amarillo, no obstante su distribución relativamente extensa desde Aconcagua hasta Valdivia, es una de las aves menos conocidas de todo el país.
Esto se explica en parte por sus costumbres tan retraídas y escondidizas, pero principalmente por la naturaleza tan especializada del «habitat» o ambiente donde vive. En verdad, tal como ocurre con el Trabajador y el Siete-Colores, no se le ve nunca fuera de los pajonales de las lagunas y pantanos y a orillas de los ríos, y aún allí sólo en escaso número.
De los pajarillos que viven en los pajonales es éste el único de color francamente amarillo, circunstancia que permite identificarlo sin dificultad. En tamaño es bastante más grande que el Siete-Colores, pero más chico que el Trabajador. En contraste con aquéllos es un pájaro relativamente silencioso, aunque en primavera hace alarde de un canto nupcial, emitiendo con ritmo acelerado una mazamorra de notas musicales.
El macho tiene la costumbre de usar un junco especial o varilla superior de un arbusto como mirador, bajando a intervalos a la vegetación más espesa de los alrededores en busca de su alimento favorito de chinitas, pero volviendo en seguida al mismo sitio del cual había partido, emitiendo en seguida el canto musical a que ya hemos aludido.
Es visitante de verano, en invierno emigra hacia en norte de Argentina y Bolivia.
El nido nunca está muy lejos de este sitio favorito o mirador del ave macho.
Este es absolutamente distinto al del Siete-Colores; es largo y hondo casi en forma de bolsón, pero sin techo y con la taza en la parte de arriba.
Los huevos, en número de 3 6 4, son puestos en los meses de noviembre y diciembre; son bañados uniformemente en color crema sin pintas de ninguna clase.