CERNÍCALO

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Fig. 1
Fig. 2

La especie está representada por diferentes razas geográficas en casi toda América.

Apenas del tamaño del Zorzal, pero con todas las características del ave de rapiña que caza su presa viva, el Cernícalo puede ser reconocido con toda facilidad. Su vuelo veloz y de dominio absoluto de las anchas sendas del aire, unido a su tamaño tan pequeño y grito fuerte y chillón, hacen que sea poco menos que imposible confundirlo con cualquiera otra ave chilena. El color dominante de su plumaje es el acanelado, con combinaciones muy bonitas de este color con el azul pizarra y negro en la cabeza. La hembra se distingue del macho por el rufo más claro de las partes superiores y por tener varias rayas negras en la cola en lugar de una sola.

El Cernícalo habita indiferentemente el terreno montañoso y los llanos, los terrenos cultivados o los campos áridos, alimentándose principalmente de pequeños roedores y reptiles. Vive en parejas, acercándose a menudo a las casas de los fundos y preocupándose poco por la proximidad del hombre. Le gusta posarse en las ramas más altas de los árboles o en los postes de los cercos, como también en los cables del tendido eléctrico, desde cuyos puntos aventajados observa los movimientos de sus presas en los alrededores, para de repente lanzarse sobre ellos con la rapidez de un rayo.

Anida entre septiembre y diciembre en huecos de álamos o sauces, hoyos en barrancas o murallas o, a veces, aun en los entretechos de las casas de los fundos. La nidada es de tres a cinco huevos, los cuales son muy bonitos con grandes manchas de rojizo sobre fondo blanco o rojizo pálido, que, a veces, alcanzan a cubrir casi toda su superficie. Los polluelos, al nacer, son cubiertos de pelusa blanca. Por lo general el Cernícalo saca dos crías al año.

Pablo Neruda escribió:

Cernícalo

El mediodía estaba abierto:
el sol en medio coronado.

La tierra esperaba indecisa
algún movimiento del cielo
y todo el mundo se había quedado
indescifrablemente inmóvil.

En ese momento delgado
clavó el cernícalo su vuelo,
se desprendió del firmamento
y cayó como escalofrío.

No pasó nada en el paisaje
y no se asustó la arboleda,
los volcanes siguieron solos,
el río siguió pregonando
su abrupto y mojado linaje:
todo continuó palpitando
en la pausa de pauta verde
menos algo, una liebre, un ave,
algo que volaba o corría,
algo que existió donde ahora
hay una mancha colorada

Fig. 3
Fig. 4
Cuándo observar:
Residente