Esta elegantísima rapaz de plumaje blanco y negro habita desde el Norte de la provincia de Atacama hasta Valdivia, teniendo el centro de su distribución entre los ríos Aconcagua y Bio-Bio, frecuenta de preferencia la precordillera, los cerros bajos con arbustos, y espinos del Valle Central y los lechos de los ríos, pero viéndose también en ocasiones en las zonas cultivadas.
Del mismo tamaño del Tiuque, pero con corte mucho más delgado alas largas, el Bailarín es el más fácil de identificar de todas las rapaces. Blanco como la nieve por toda la cara inferior, cabeza y cola gris azulado claro por encima y alas negras. Los juveniles son de colores pardos, que se blanquean a medida que maduran. Su costumbre de «bailar» o sea mantenerse estacionario en el aire mediante rápidos aleteos compensados (tal como los emplea un Picaflor para mantenerse inmóvil delante de una flor), hace identificable de inmediato. Es esta costumbre, naturalmente, la que ha dado origen a su nombre vulgar de «Bailarín».
En marcado contraste con el Halcón perdiguero y el Peuquito, se alimenta casi exclusivamente de pequeños roedores que, al igual que el Vari, caza desde el aire observándolos primeramente con la ayuda de sus «bailes» y lanzándose en seguida a tierra con la rapidez de un rayo. Contrariamente a la costumbre del Vari de devorar su presa en el suelo, el Bailarín la lleva a algún árbol o peñasco de los alrededores,
Pensar que el Bailarín es una amenaza para la agricultura o para los criaderos de aves es un error profundo, pues su acción es tan benéfica como la del Vari, aparte de que su elegante figura y hermosísimo plumaje es todo un adorno para la campiña.
Anida en toda la zona de su distribución, o sea desde Copiapó y Vallenar hasta Valdivia, construyendo en el mes de septiembre y octubre un nido de palitos secos forrado con pastos, musgos y hojas frescas, en arbustos o árboles chicos, especialmente espinos, generalmente entre 8 y 12 metros del suelo. Los cuatro u ocasionalmente sólo tres huevos son de fondo blanco, con manchas de un rojo oscuro que a veces bordea el negro, cubriendo casi toda su superficie.
En las épocas de postura y crianza de los polluelos el Bailarín defiende su nido con mucho coraje, atacando de hecho y sin previo aviso a todo ser viviente que pretenda acercarse, desde otras aves, incluso las de rapiña más grandes que él, hasta el hombre mismo.
Un poema infantil de la poetisa Marisa Alonso Santamaría dice: