El Chuncho es por mucho la más pequeña de las aves de rapiña que viven en Chile, encontrándose desde el Norte de la provincia de Atacama (Vallenar y Copiapó) hasta Magallanes y Tierra del Fuego. Aunque más diurno en sus costumbres que la mayoría de las Rapaces nocturnas, no se le ve muy a menudo, seguramente por su misma pequeñez, vuelo silencioso y costumbre de posarse inmóvil entre las ramas de los árboles.
En realidad es bastante común, especialmente en las provincias centrales y sureñas, más hacia el Norte tiende a escasear y a convertirse en visitante de invierno. Habita tanto las llanuras del Valle Central como la región de la costa y los cerros de la cordillera andina hasta una altura de 2.000 metros; penetra también en los jardines y parques de las grandes ciudades como Santiago, Valparaíso y Concepción.
Una reproducción del Pequén en miniatura, el Chuncho es fácil de identificar si se le ve de día. Sin embargo, en medio de la penumbra del atardecer o ya en plena noche cuando suele salir a cazar, cuesta muchísimo verlo y en estas circunstancias resulta mucho más fácil y seguro identificarlo por el grito chillón unísono y penetrante que emite a cortos intervalos. Durante el día duermen con sueño vigilante, frente a alguna alarma abren los ojos temporalmente para volverlos a cerrar, Fig. 3 y 4.
Ha sido precisamente la gran dificultad que se tiene en localizar al trasmisor de estos gritos lo que ha dado cuerpo a la idea, muy difundida por cierto entre la gente de campo, que el Chuncho es pájaro de mal agüero que con su grito presagia la muerte.
La verdad es que cuando anda cazando emplea un grito corto y penetrante en son de llamada, que poco de parecido tiene con el otro grito o «canto” largo, trinado y para nuestros oídos monótono que se deja oír con frecuencia a altas horas en las noches primaverales y que tiene por objeto impresionar a la hembra e inducirla a establecer relaciones de vida conyugal.
Entre todas las aves de rapiña, este pequeño Búho es, quizás, el más sanguinario y feroz. Se alimenta de mamíferos, aves, insectos o reptiles sin distinción, atacando sin vacilar a especies mucho más grandes que él, ultimándolas a corto plazo con salvajes clavadas de sus poderosas garras Fig. 6. Anida entre Septiembre y Noviembre en huecos en los árboles. Encontrar un nido de día es poco menos que imposible, pero de noche, haciendo alarde de gran paciencia, es muy probable que se logre observarlo entrando o saliendo del recinto del nido, pues en el tiempo de la postura e incubación, la pareja rara vez se aleja mucho del sitio escogido.
Pone de tres a cinco huevos blancos, muy redondeados y sin brillo.