El Zorzal es una de las aves mejor conocidas de Chile, encontrándose en calidad de residente por todo el territorio de la República desde el Norte de Atacama (Copiapó) hasta Magallanes y la isla de Tierra del Fuego, y desde una altura de unos 2.000 metros en la cordillera de los Andes hasta la costa del Pacífico e islas adyacentes; también habita Masatierra y Masafuera del grupo de Juan Fernández. Por toda esta extensión puede conceptuarse como ave abundante, salvo en las dos provincias más nortinas (Coquimbo y Atacama), donde encuentra alimento apropiado solamente en los valles.
De plumaje más obscuro que la Tenca, se distingue también de ésta por su corte más pesado, pico color amarillo y cola más corta de color negro, y sin el borde blanco en los rectrices exteriores y patas amarillas.
El Zorzal se caracteriza por sus costumbres familiares, disposición de acercarse a las moradas humanas y cualidades de cantor, pero a pesar de esto casi siempre procura esconderse entre el follaje más denso, apareciendo a la vista sólo por un instante mientras vuela bajo y en línea recta desde el ramaje de un árbol o arbusto tupido al más próximo. Habitual de los prados de los jardines y plazas. Como cantor es muy bueno, aunque no a la altura de algunos otros miembros de la familia, y en todo caso inferior a la Tenca. Fuera de su canto melodioso y agradable, tiene una nota de alarma muy áspera y, en la época de nidificación, un silbido monosilábico muy agudo y tan débil que parece emanar de cualquier pajarillo de los alrededores menos del Zorzal. También tiene muy buena vista, lo que le facilita ubicar las lombrices terrestres en los prados inclinando la cabeza primeramente a un lado y después al otro para así poder ver mejor el menor movimiento, y clavando en seguida el pico en el suelo. La idea que sustentan algunas personas de que el Zorzal localiza a la lombriz por el oído es errónea.
Desgraciadamente estuvo muy difundida la idea de que el Zorzal era dañino para la agricultura, cosa que, unida a lo apetitosa que es su carne, lo hizo objeto de una persecución sistemática, circunstancia que sin duda explica a su vez el porqué de sus costumbres tanto más desconfiadas y sigilosas que las de los Zorzales de Europa o Estados Unidos. En realidad, su alimento, durante por lo menos nueve meses del año, consiste en gusanos, caracoles y otros moluscos verdaderamente dañinos para la agricultura, lo que compensa con creces las uvas y otras frutas que come cuando estas están madurando. También se alimenta de semillas.
El nido del Zorzal es bastante grande, construido de ramitas y revestido interiormente con pasto y barro; va bien escondido entre el ramaje más tupido de árboles o arbustos, generalmente a un par de metros del suelo, pero a veces aún más. Empieza a anidar en septiembre u octubre, teniendo dos y a veces hasta tres posturas en el año. Los dos o tres huevos que forman la nidada son azulados con gran número de pintitas de color café-rojizo por toda su superficie.
Pablo Neruda lo describió: